Ferrocarril
La entrada del ferrocarril y el desarrollo de las líneas férreas fue precisamente el boom que conmocionó la economía norteamericana. Las primeras líneas se construyeron alrededor de 1830, ubicadas en torno a Nueva York y los estados de Nueva Inglaterra, pero no es hasta los cincuenta cuando se alcanza una verdadera propagación de las comunicaciones ferroviarias. Pasando en esos 20 años de 2.300 millas a 28.800 millas de vías férreas. En esta década de los 50’ fueron las empresas ferroviarias las verdaderas consumidoras de inputs industriales, destinando un 15% de la inversión bruta total a la inversión ferroviaria. En efecto, la notable demanda de capitales que precisaban estas empresas va a desencadenar en un desarrollo notorio de ámbito nacional en el mercado de capitales, y que además aunó nuevos modelos y prácticas de carácter financiero, como por ejemplo: obligaciones convertibles, acciones preferentes, opciones de compra y venta, etc. que en poco tiempo se convirtieron en prácticas consolidadas. Los ferrocarriles revolucionaron el transporte como nunca antes se había cambiado. Proporcionaban una mayor velocidad, seguridad y unos costes inferiores. Pero además de esto, el cambio más notorio y significante lo vamos a apreciar desde una perspectiva de la organización de empresas. Las entidades ferroviarias fueron pioneras en introducir una serie de innovaciones que posteriormente se extenderán a otros sectores. Si introdujeron estas novedades es porque se vieron obligadas a responder a los efectos del crecimiento de la demanda. Esta demanda no solo iba aumentando con paso del tiempo, sino que además cada vez se irá diversificando más y más, es decir, será necesario buscar nuevas formas de satisfacer las necesidades de los consumidores y además de introducirse en nuevos mercados. Debían manipular elevadas cantidades de bienes muy distintos y remitirlos a destinos muy variados, además de llevar a cabo diversas funciones como: el mantenimiento, las oficinas, la reparación, los almacenes,… Debido a la multitud de tareas distintas que se veían obligados a realizar, pronto surgirán nuevas prácticas gerenciales que harán posible que los directivos lleven a cabo todas sus tareas con una mayor eficacia. Entre ellas, se adoptara por ejemplo, una división de funciones, abordando las distintas funciones en departamentos diferentes. Para coordinar las actividades se crearon departamentos especializados, haciendo una clara distinción entre los organismos de carácter asesor y los de carácter ejecutivo. Fue muy importante que toda la información respecto a la organización, circulase sobre la base de una red jerarquizada, donde fluían todas las órdenes de forma clara y precisa. Conforme las líneas ferroviarias iban extendiendo sus redes, sus organigramas se iban haciendo más grandes y complejos. Pero además de las los profundos cambios en la organización de empresas, las compañías ferroviarias dieron paso a importantes prácticas contables. Esto fue surgiendo como modo de dar solución a las dificultades que se habían presentado a la hora de calcular con la máxima exactitud posible los costes de amortización, la separación entre los costes operativos y los costes de construcción. Estos problemas brotaron a consecuencia de las monumentales inversiones a las que había que hacer frente, y finalmente la solución elegida fue crear en la propia empresa departamentos contables especializados destinados a llevar a cabo las funciones propias del contable, como la de asesorar a los administradores de cara a realizar nuevas inversiones, gestionar los contratos de los empleados, diseñar las políticas y estrategias de precios.
España
En España los orígenes del ferrocarril se remontan a finales de la década de 1840. Se construyó una red ferroviaria, al igual que en otros países que ya estaban más desarrollados, como Estados Unidos. Fue en 1848 cuando se funda la primera línea peninsular que transcurría de Barcelona a Mataró, siguiéndoles numerosas propuestas encaminadas a enlazar los principales puertos españoles. La llegada del ferrocarril conllevo numerosas especulaciones de alto nivel, tanto en el ámbito político como en el ámbito financiero, que se sumaron a la crisis de 1848 que yacía en España. El comienzo del Bienio Progresista (1854-1856) estuvo muy vinculado a ello como consecuencia de todas las reformas políticas que se llevaron a cabo. Fue el Partido Progresista el encargado de aprobar la Ley de Ferrocarriles en Junio de 1855 con el objeto de acabar con la especulación y la corrupción dada hasta el momento. Esta ley se encargaría de sentar las bases para la construcción privada del ferrocarril, las concesiones y ayudas por parte del Estado. Lo que se pretendía era que el medio fuese más rápido, seguro, económico, cómodo y capacitado al igual que el resto de los medios de transporte. Otro problema se situaba en torno a la financiación de los ferrocarriles. El ahorro nacional se consideraba insuficiente para emprender el proyecto, lo que era una barrera para el desarrollo. Por ello se fundará en 1856 otra legislación, la Ley de Sociedades de Crédito y Bancos de Emisión, la cual fijó las bases institucionales de financiación de las nuevas compañías ferroviarias. Seguidamente fueron floreciendo numerosas sociedades de crédito y organizaciones bancarias, como la Compañía General de Crédito de España y Bancos de Emisión. Mencionar que estas entidades estaban estrechamente vinculadas a las intensas formas francesas.
Bibliografía
- J.L. García Ruiz,H.Casado Alonso, P. Fatjó Gómez, G. Núñez Romero-Balmas. Historia de la Empresa Mundial y Española. Ed. Síntesis Economía.